Acostumbrados a ver los asuntos públicos en dos tonos (blanco y negro), la decisión presidencial de extinguir la Compañía de Luz y Fuerza del Centro otra vez se viene analizando desde esa óptica. Nuestra cultura política no parece aceptar las gradaciones. Para los mexicanos todo es de dos caras. La complejidad y el análisis detallado de los fenómenos y problemas no es uno de nuestros activos. Quizás tantos años de autoritarismo y una democracia a medio camino, generaron una ciudadanía poco informada y muy receptiva a las explicaciones emitidas por los medios electrónicos de comunicación.
Sorprende que sin mayores datos la mayoría de los mexicanos se conviertan en fiscales y dicten cátedra acerca de esta y otras decisiones presidenciales. La mayoría de los periodistas bien aleccionados repiten una y otra vez las bondades de la desaparición de una empresa pública. Porque está muy extendida la idea de que todo lo gubernamental es corrupto y prescindible. Incluso el término mismo de “burocracia” se le utiliza en sentido peyorativo; el burócrata es el parasito que cobra por no hacer nada, el que recibe dinero por “debajo de la mesa”, el que transa para realizar un trámite. El déspota que cierra de golpe la ventanilla para comerse una torta. Así se identifica el funcionamiento de las instituciones públicas.
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